martes, 28 de febrero de 2017

Raúl Manchamé no puede ser relator de la Oficina Contra la Tortura

Por Marvin Del Cid

Raúl Manchamé Leiva, exdirector de la Policía Nacional Civil (PNC) durante el gobierno del desaparecido Frente Republicano Guatemalteco (FRG), postuló su nombre para ser nombrado en uno de los tres cargos de Relator de la Oficina Nacional Contra la Tortura.

Manchamé fue condenado en junio de 2010 a dos años y medio de prisión por incumplir su deber de proteger a los ciudadanos atacados por los manifestantes durante los disturbios del Jueves Negro y fallar en el mantenimiento de la seguridad interna cuando estaba a cargo de la PNC.

Es increíble que Manchamé pretenda estar al frente de la Oficina Contra la Tortura -creada en 2010 para prevenir la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes en contra de la integridad física y mental de los guatemaltecos- y pretenda pasar por alto lo sucedido aquel fatídico 24 de julio de 2003, cuando hordas eferregistas se tomaron las calles de la Ciudad de Guatemala y saquearon comercios, atacaron civiles, quemaron oficinas y provocaron un muerto y varios heridos, bajo la actitud inerme de quien tenía la obligación de proteger a los ciudadanos y controlar el orden público.

Fui testigo directo de los hechos ocurridos ese día y el siguiente. Lo recuerdo como si hubiese sido ayer, pues por esos días trabajaba como reportero del Grupo Política y Poderes de Prensa Libre y junto a una colega fuimos los primeros en llegar al Obelisco a las cuatro de la madrugada. Incluso en la edición del mismo 24 julio de 2003 alcanzamos a publicar una nota en exclusiva sobre las manifestaciones organizadas por la dirigencia del FRG.

Ese día murió de un paro cardíaco el periodista de los canales de televisión abierta Héctor Ramírez, ante el temor de ser alcanzado por los encapuchados que nos siguieron durante varias cuadras.

Horas después de la muerte de Ramírez, cerca del Centro Comercial los Próceres -uno de los lugares de las violentas protestas- directamente le pregunté a Raúl Manchamé por qué no disolvían a los manifestantes. Su respuesta fue que no tenía la orden del presidente Alfonso Portillo.

Junto a Manchamé se encontraba el para entonces muy conocido asesor venezolano en temas de seguridad Víctor Rivera, quien también me aseguró que no podían actuar.

En mayo de 2010 la familia del periodista fallecido y el Ministerio Público (MP) me propusieron como testigo en el juicio contra Manchamé. Por supuesto no dude en aceptar y declarar en su contra.
Frente al Tribunal ratifiqué que por su inacción Manchamé y la cúpula del FRG eran culpables de la muerte de Ramírez y los disturbios ocurridos ese día. Lamentablemente el exjefe de la PNC obtuvo una condena tibia y además conmutable, pues los delitos por lo que se le procesó tienen condena menor a los cinco años.

Ese día declararon antes que yo el expresidente Alfonso Portillo y el exministro de Gobernación Adolfo Reyes Calderón. Como era de esperarse, como unos cobardes negaron su responsabilidad en los hechos del Jueves Negro.

Mi tesis de licenciatura titulada “Ataques Contra Periodistas Durante el Año Electoral 2003” incluye un estudio de caso sobre el Jueves Negro y constituye uno de los pocos registros testimoniales de esos días.

Raúl Manchamé no puede ni debe dirigir la Oficina Contra La Tortura. No se le puede confiar esa instancia a un personaje nefasto en la historia reciente del país. Los grupos de derechos humanos y los organismos internacionales deben oponerse con contundencia a su eventual nombramiento, pues implicaría un grave retroceso para los derechos civiles en Guatemala.

Urge también la revisión con lupa de las hojas de vida de los otros aspirantes a esos cargos, pues varios de ellos tampoco son aptos para tan importantes puestos. La recomposición de la Oficina contra la Tortura debe también ser una oportunidad para evaluar su eficiencia durante sus casi siete años de funcionamiento. Todo parece indicar que esa entidad, caracterizada más por los altos salarios y las contrataciones a discreción, se ha convertido en un barril sin fondo.








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